viernes, 15 de junio de 2012

Tipos de violencia


Legalmente se tienen clasificados diferentes tipos de violencia pero sea cual sea ejercida, está siempre dejará secuelas que jamás podrán ser borradas por parte de quienes la han sufrido.
Podemos mencionar la definición que maneja uno de los diccionarios Penales el cual dice “Violencia es la situación o estado contrario a naturaleza, modo o índole, empleo de la fuerza para arrancar el consentimiento. Ejecución forzosa de algo, con independencia de su legalidad o ilicitud. Coacción, a fin de que se haga lo que uno no quiere, o se abstenga de lo que sin ello se quería o se pretendía hacer”.[1]
Existen diferentes tipos de violencia que, con fines descriptivos y analíticos, se han clasificado como maltrato físico, psicológico, sexual y económico. En general existen y se presentan de manera sucesiva.


[1] Diccionario Penal segunda edición 2004


  • Fisica
  
La violencia física deja una huella en el cuerpo, aunque ésta no siempre sea visible. Incluye una amplia gama de manifestaciones que van desde un pellizco, empujones,  estirón de pelo, golpes e incluso la muerte.
Este tipo de violencia suele clasificarse de acuerdo con el tiempo que tardan las lesiones en sanar o en la magnitud de su gravedad: levísima, leve, moderada, grave y extrema. La violencia va minando la salud de las victimas paulatina pero constantemente hasta el punto de que, tras años de abuso, quienes la soportan no tienen defensas para hacer frente a una enfermedad. Además, generalmente la violencia va en aumento, cada vez en más frecuente y más intensa. Muchos golpeadores aprenden a no dejar huella y, además, minimizan el daño que causan.
La violencia física se dirige al cuerpo de la víctima y normalmente va seguida de una escalada tanto en intensidad como en frecuencia.


  • Psicológica
 
Realmente creo que esta es la violencia más grave que se puede ejercer, ya que si bien no deja marcas visibles, todo queda grabado en la mente de la víctima y con esto se crea una enfermedad de la cual difícilmente se puede sanar.
Se le llama violencia psicológica a diversas expresiones como: insultos, ofensas, burlas, actitudes de desprecio, gritos, manipulaciones, chantajes, control, etc. Siempre que hay maltrato físico, sexual o económico, hay también maltrato psicológico. Esta la podemos encontrar en celos excesivos,  abuso verbal, intimidación, infidelidad, comparación negativa con otras mujeres.
El maltrato psicológico es un dardo directo a la autoestima de la victima que busca generar en ella un sentimiento de inseguridad y de escasa valía personal. Quien realmente puede ofender, humillar o descalificar a una persona es quien está cerca de ella, conoce sus puntos débiles y sabe derribar una defensa y descargar todo el veneno de la palabra que lastima y lacera.    Finalmente la única persona que realmente puede aquilatar el daño es quien lo sufre. Por ello, no deben desestimarse las quejas de violencia psicológica. El malestar que causan y el daño acumulado pueden resultar tan nocivos como la violencia física.


  • Sexual
 
Este tipo de violencia es la más común entre las mujeres pero al mismo tiempo es la menos denunciada ante las autoridades, por motivo de vergüenza de parte de las víctimas, muchos de estos actos son llevados a cabo por parte de los maridos hacia las esposas y las mujeres lo llegan a sentir como algo natural pues tienen la idea de que es su obligación, en sí, es ejercida por parte de hombres que se valen de su posición jerárquica, derivada de relaciones laborales, docentes, domésticas o cualquiera otra que implique subordinación, así como sometimiento por fuerza física o moral.
La Norma Oficial Mexicana define la violencia sexual como La acción u omisión mediante la cual se induce o se impone la realización de prácticas sexuales no deseadas o respecto de las cuales se tiene incapacidad para consentir.
Una forma frecuente de sometimiento y control dentro de la familia es el uso de la violencia sexual. En realidad sabemos muy poco por la escasez de denuncias y el subregistro que existe. Cuando se habla del tema, se hace frecuentemente en relación con los menores, porque en la pareja la violencia sexual está naturalizada y, por ello, no se le percibe como tal. Hombres y mujeres asumen que la relación sexual dentro del matrimonio es un derecho del marido y una obligación de la esposa. Hasta que se conciba como un encuentro de dos voluntades autónomas, no podrá reconocerse el derecho de las mujeres a decir no, ni tampoco se llamará por su nombre a la violencia dirigida a su sexualidad.
“La violencia sexual en la familia abarca  las siguientes prácticas: exigir o imponer una relación sexual, lo que viene siendo igual a una violación, obligar a la víctima a prácticas que le resulten dolorosas, desagradables, o que simplemente no desea practicar”.[1]
La violencia sexual siempre tiene graves consecuencias para la salud emocional de las víctimas y muchas veces va acompañada de diversas formas de violencia física.[2]


[1] “El Laberinto de la Violencia” José Sanmartín
[2] Delitos contra la libertad, la seguridad sexual y el normal desarrollo sexual, Inmujeres.



  • Económica
 
Es muy reciente la consideración de que el control de los recursos económicos y el sometimiento derivado de ese control constituyen violencia. El maltrato económico implica la disposición y el manejo abusivo del dinero y los bienes materiales. Su expresión más común es el negar el dinero o darlo a cuentagotas, hacer que la mujer tenga que pedir dinero y rechazar su solicitud, etc. En ocasiones los hombres llegan a controlar la totalidad de los gastos de la casa y hasta las compras de los objetos personales de la mujer. Cuando las mujeres se han dedicado al cuidado del hogar, la crianza de los hijos y la atención del marido, y en función de ello han abandonado sus empleos remunerados, la situación de dependencia económica exacerba su vulnerabilidad, las hace más proclives a otras formas de violencia, acentúa el aislamiento y les impide o dificulta tomar acciones concretas para salir de la relación de maltrato.
La violencia económica se presenta en todas las clases sociales, varían las formas concretas, pero las actitudes de control y sujeción son independientes del monto de los recursos y las dimensiones de la riqueza.

lunes, 30 de mayo de 2011

El Agresor





La investigación criminológica ha permitido detectar un número importante de variables individuales y ambientales relacionadas con la aparición y el mantenimiento de tendencias antisociales (Pérez, 1988) La elevada disposición para manifestar conductas agresivas suele ser un aspecto más, pero no el único, de este patrón antisocial, siendo muy difícil encontrar variables que ejerzan una influencia selectiva en la aparición de conductas agresivas y no lo hagan en la de otros comportamientos antinormativos. Asimismo, la mayoría de delincuentes que muestran conductas violentas de manera persistente suelen presentar, además, un amplio abanico de conductas antisociales. Por esta razón, creemos que el estudio de la mayor parte de los delincuentes violentos debe abordarse en el mismo marco metodológico y conceptual que el utilizado para toda conducta antisocial. Consideramos que la conducta agresiva es sólo una de las múltiples manifestaciones de un estilo de vida socialmente desviado.





  • Personalidad

 No existe un perfil de personalidad psicológico propio de los delincuentes. Las características temperamentales de los individuos antisociales pueden ser observadas con mucha frecuencia en sujetos que no presentan conductas delictivas. Sin embargo, numerosos estudios han mostrado que algunos rasgos temperamentales y de personalidad, que poseen cierto grado de determinación genética, se asocian a una mayor frecuencia e intensidad de conducta agresiva en delincuentes  que en población normal.



  • Factores parentales

Los factores relacionados con el entorno familiar ocupan un lugar importante en las principales teorías sobre los orígenes de los problemas de conducta en la infancia y la adolescencia. Los individuos que se implican en conductas delictivas tienen mayor probabilidad que otros de poseer progenitores delincuentes. También existen pruebas sobre el enorme impacto que provocan el abandono o los malos tratos infantiles en la aparición de conductas agresivas en la infancia y la adolescencia.
Numerosos estudios han proporcionado información sobre otras influencias más sutiles relacionadas con el estilo educativo que muestran los padres. En un enorme análisis publicado por Doctores se puso de manifiesto que varios factores familiares contribuían de forma significativa al inicio y mantenimiento de la delincuencia. La baja implicación parental en las actividades de los hijos (tiempo que pasan juntos, interés en su educación y por sus amigos), la escasa supervisión, la utilización inadecuada de refuerzo positivo (por ejemplo ante comportamientos inapropiados), el uso inconsistente de la disciplina y la aplicación excesiva del castigo corporal, se relacionaban con comportamientos agresivos y delictivos. Por otro lado otras investigaciones de tipo retrospectivo, realizadas con delincuentes adultos, también parecen corroborar dicha relación, coinciden en que todo lo que ocurre en el ámbito familiar constituye un elemento fundamental para explicar las diferencias de socialización entre individuos. “El déficit en el control y la supervisión de los hijos y en las estrategias educativas familiares podrían ser una de las causas más importantes del crecimiento desmesurado de la delincuencia y de la violencia callejera observada en muchos países occidentales durante las últimas décadas”.[1]




[1] “El Laberinto de la Violencia: causas, tipos y efectos” José Sanmartín





  • La influencia de los iguales

Los compañeros influyen de manera relevante en la aparición de la conducta antisocial, los jóvenes más conflictivos generalmente poseen pocos amigos, aunque los que tienen suelen ser conflictivos como ellos. Los iguales suelen ser más importantes en los casos en que el inicio de la conducta antisocial se produce en la adolescencia o al comienzo de la edad adulta, que en los de inicio temprano, en estos últimos las conductas se presentan independientemente de los compañeros. Las características de personalidad que predisponen a la conducta antisocial probablemente interactúan con las influencias de los iguales. Ello explicaría por qué los individuos con una muy baja predisposición difícilmente llegan a cometer conductas antisociales, a pesar de estar sometidos a la presión de sus compañeros. Por otra parte, “la asociación entre ausencia de supervisión parental y conducta delictiva en jóvenes podría estar relacionada con el hecho de que dicho déficit permitiría permanecer más tiempo bajo la influencia de compañeros antisociales a los sujetos de alto riesgo”.
  •  Nivel socioeconómico 
Muchos estudios han encontrado una relación inversa entre conducta antisocial y los ingresos familiares o el nivel educativo de los padres. Esta puede ser el resultado de la influencia de numerosos factores, por ejemplo, los hijos de familias de bajos ingresos tienen una mayor probabilidad de vivir en barrios con una alta prevalencia de delincuencia  y de ir a escuelas con un mayor número de compañeros antisociales. Por ello, las características del barrio pueden influir en la probabilidad de que se den relaciones con grupos marginales. Cuando la pobreza es extrema, el riesgo de que se produzca violencia urbana es más elevado. Sin embargo, en un resultado realizado por Sampson, Raudenbush y Earls en 1997 se demostró que el grado de cohesión social y de control informal entre los vecinos es un factor determinante para la prevención de la violencia incluso en los barrios más pobres.
  •  La psicopatía
“La psicopatía es un trastorno de la personalidad caracterizado por una constelación de características afectivas, interpersonales y conductuales. Entre ellas, destaca el egocentrismo, la impulsividad, la irresponsabilidad, la dificultad para experimentar emociones profundas, la falta de empatía, de remordimiento y de sentimientos de culpa, la mentira patológica, la manipulación de los demás y un patrón de conducta basado en la violación de las normas sociales”.[1] A pesar de que empezó a ser considerada como un trastorno a principios del siglo XIX, existen fuentes bibliográficas mucho más antiguas que describen a individuos que se ajustarían a dicha descripción.
Una minoría de delincuentes adultos es responsable de más del 50% de los delitos. Dichos individuos presentan un inicio precoz de sus carreras delictivas, historiales más persistentes y con mayor presencia de violencia, se muestran más resistentes a la rehabilitación y generan un gran coste social. Muchos de estos delincuentes poseen rasgos de personalidad psicopáticos.


[1] “Violencia y psicopatía” Adrian Raine / José Sanmartín Edit. Ariel: Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia 2008