lunes, 30 de mayo de 2011

El Agresor





La investigación criminológica ha permitido detectar un número importante de variables individuales y ambientales relacionadas con la aparición y el mantenimiento de tendencias antisociales (Pérez, 1988) La elevada disposición para manifestar conductas agresivas suele ser un aspecto más, pero no el único, de este patrón antisocial, siendo muy difícil encontrar variables que ejerzan una influencia selectiva en la aparición de conductas agresivas y no lo hagan en la de otros comportamientos antinormativos. Asimismo, la mayoría de delincuentes que muestran conductas violentas de manera persistente suelen presentar, además, un amplio abanico de conductas antisociales. Por esta razón, creemos que el estudio de la mayor parte de los delincuentes violentos debe abordarse en el mismo marco metodológico y conceptual que el utilizado para toda conducta antisocial. Consideramos que la conducta agresiva es sólo una de las múltiples manifestaciones de un estilo de vida socialmente desviado.





  • Personalidad

 No existe un perfil de personalidad psicológico propio de los delincuentes. Las características temperamentales de los individuos antisociales pueden ser observadas con mucha frecuencia en sujetos que no presentan conductas delictivas. Sin embargo, numerosos estudios han mostrado que algunos rasgos temperamentales y de personalidad, que poseen cierto grado de determinación genética, se asocian a una mayor frecuencia e intensidad de conducta agresiva en delincuentes  que en población normal.



  • Factores parentales

Los factores relacionados con el entorno familiar ocupan un lugar importante en las principales teorías sobre los orígenes de los problemas de conducta en la infancia y la adolescencia. Los individuos que se implican en conductas delictivas tienen mayor probabilidad que otros de poseer progenitores delincuentes. También existen pruebas sobre el enorme impacto que provocan el abandono o los malos tratos infantiles en la aparición de conductas agresivas en la infancia y la adolescencia.
Numerosos estudios han proporcionado información sobre otras influencias más sutiles relacionadas con el estilo educativo que muestran los padres. En un enorme análisis publicado por Doctores se puso de manifiesto que varios factores familiares contribuían de forma significativa al inicio y mantenimiento de la delincuencia. La baja implicación parental en las actividades de los hijos (tiempo que pasan juntos, interés en su educación y por sus amigos), la escasa supervisión, la utilización inadecuada de refuerzo positivo (por ejemplo ante comportamientos inapropiados), el uso inconsistente de la disciplina y la aplicación excesiva del castigo corporal, se relacionaban con comportamientos agresivos y delictivos. Por otro lado otras investigaciones de tipo retrospectivo, realizadas con delincuentes adultos, también parecen corroborar dicha relación, coinciden en que todo lo que ocurre en el ámbito familiar constituye un elemento fundamental para explicar las diferencias de socialización entre individuos. “El déficit en el control y la supervisión de los hijos y en las estrategias educativas familiares podrían ser una de las causas más importantes del crecimiento desmesurado de la delincuencia y de la violencia callejera observada en muchos países occidentales durante las últimas décadas”.[1]




[1] “El Laberinto de la Violencia: causas, tipos y efectos” José Sanmartín





  • La influencia de los iguales

Los compañeros influyen de manera relevante en la aparición de la conducta antisocial, los jóvenes más conflictivos generalmente poseen pocos amigos, aunque los que tienen suelen ser conflictivos como ellos. Los iguales suelen ser más importantes en los casos en que el inicio de la conducta antisocial se produce en la adolescencia o al comienzo de la edad adulta, que en los de inicio temprano, en estos últimos las conductas se presentan independientemente de los compañeros. Las características de personalidad que predisponen a la conducta antisocial probablemente interactúan con las influencias de los iguales. Ello explicaría por qué los individuos con una muy baja predisposición difícilmente llegan a cometer conductas antisociales, a pesar de estar sometidos a la presión de sus compañeros. Por otra parte, “la asociación entre ausencia de supervisión parental y conducta delictiva en jóvenes podría estar relacionada con el hecho de que dicho déficit permitiría permanecer más tiempo bajo la influencia de compañeros antisociales a los sujetos de alto riesgo”.
  •  Nivel socioeconómico 
Muchos estudios han encontrado una relación inversa entre conducta antisocial y los ingresos familiares o el nivel educativo de los padres. Esta puede ser el resultado de la influencia de numerosos factores, por ejemplo, los hijos de familias de bajos ingresos tienen una mayor probabilidad de vivir en barrios con una alta prevalencia de delincuencia  y de ir a escuelas con un mayor número de compañeros antisociales. Por ello, las características del barrio pueden influir en la probabilidad de que se den relaciones con grupos marginales. Cuando la pobreza es extrema, el riesgo de que se produzca violencia urbana es más elevado. Sin embargo, en un resultado realizado por Sampson, Raudenbush y Earls en 1997 se demostró que el grado de cohesión social y de control informal entre los vecinos es un factor determinante para la prevención de la violencia incluso en los barrios más pobres.
  •  La psicopatía
“La psicopatía es un trastorno de la personalidad caracterizado por una constelación de características afectivas, interpersonales y conductuales. Entre ellas, destaca el egocentrismo, la impulsividad, la irresponsabilidad, la dificultad para experimentar emociones profundas, la falta de empatía, de remordimiento y de sentimientos de culpa, la mentira patológica, la manipulación de los demás y un patrón de conducta basado en la violación de las normas sociales”.[1] A pesar de que empezó a ser considerada como un trastorno a principios del siglo XIX, existen fuentes bibliográficas mucho más antiguas que describen a individuos que se ajustarían a dicha descripción.
Una minoría de delincuentes adultos es responsable de más del 50% de los delitos. Dichos individuos presentan un inicio precoz de sus carreras delictivas, historiales más persistentes y con mayor presencia de violencia, se muestran más resistentes a la rehabilitación y generan un gran coste social. Muchos de estos delincuentes poseen rasgos de personalidad psicopáticos.


[1] “Violencia y psicopatía” Adrian Raine / José Sanmartín Edit. Ariel: Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia 2008